-¿Estás lista?
Había pasado una semana desde el encuentro con la hermana de Roger. Nunca pidió el teléfono de ésta y no estaba en sus planes hacerlo.
Qué, por qué, pues, quizá fue un poco hipócrita, nunca se le va olvidar el día que la conoció, que no paraba de hacer preguntas incomodas e intentar emparejarla con Roger. Luego el encuentro en el elevador y ¿dejarían que alguien como ella, sepa todo de ustedes?
Carla no.
-Carla te estoy hablando
-Perdón abuela, ¿qué decías?
-Tienes que ir con Roger, ver los últimos detalles y esas cosas
-¿No podrías ir tú? –Bajó la mirada e intentó sonar tranquila
-¿Yo? Carla, tengo muchas cosas que hacer, así que date prisa que te necesito aquí.
Y su abuela siguió en lo que hacía antes, así que no le quedó otra que ir hasta la oficina de Roger. Cuando llegó Clara la recibió con una sonrisa, que no le costó nada responder. Preguntó por Roger y la dirigieron hasta la oficina que ella ya sabía más o menos donde estaba.
Entrar o no entrar. E ahí el dilema. Suspiró y se regañó mentalmente, ya estás grandecita para estos panchos. Tocó la puerta, avisando que iba a entrar y abrió la puerta. Roger la miraba confundido desde su escritorio.
Todo había cambiado, ya no estaba la esencia Valeria por todos lados.
-Wow. –Dijo y vio la sonrisa que había en los labios de Roger.
Roger se levantó y se paró frente a ella.
-Hola
-Cambiaste todo
-Te dije que lo haría
Carla sonrió internamente, nadie había hecho nada por ella y ahora él, organiza su oficina y no sólo eso, en el librero detrás del escritorio, puede reconocer un disco de The Smiths.
-Yo tenía uno como ese- Dice y Roger no sabe de qué habla, se gira y busca con la mirada y encuentra “eso” el disco que él había tomado de la caja que Carla había donado.
No lo culpen, ese era el único que le faltaba para tener la discografía completa.
-Lo sé. –Responde.
Carla está vuelta loca por Roger, él le ha dado más que otras personas, y aunque esté Valeria, ella sabe que la de los problemas no es él. Tiene una sonrisa grande y Carla muere por tenerla contra sus labios, pero no puede, no debe. Y mejor empieza con el asunto que tenía pendiente y no me refiero a “su relación” con Roger.
El tiempo se pasó volando y ya faltaban pocos días para su evento. Sin querer evadían el tema “nosotros” ambos tenían miedo, y si las cosas salían mal entre ellos, no querían que pasara lo mismo para su trabajo.
Roger había hablado con su hermana y ésta le informó del acuerdo al que había llegado con Carla, ésta le pediría a él su teléfono y luego se pondría en contacto con Camila. Cosa, que Carla no hizo.
Y aunque se viera tan feliz, tranquila y risueña Roger sabía que algo andaba mal. Fue hasta su casa y ella le abrió la puerta con una alegría que se notaba sin importar que no estuviera sonriendo.
Le saludo con un beso en la mejilla y le dejó pasar.
-No te esperaba
-¿Por qué no has llamado a mi hermana?
-¿Para qué? ¿Para qué me diga que estoy loca? Gracias pero no.
-Nadie dijo que lo estuvieras, pero Carly, necesitas ayuda.
-¡Ayuda! Quién necesita ayuda eres tú, maldito traumado.
Sus palabras fueron como un cuchillo atravesando sus entrañas, él sabía que ella tenía razón, era un traumado, pero con ella, no la sacaba ni un momento de su mente, todo giraba alrededor de Carla, Carla esto, Carla lo otro.
Carla, Carla, Carla.
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